PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:
La mayordomía, tal como la entendemos, comenzó cuando Dios puso a Adán y a Eva en un jardín hermoso que debían cuidar y gobernar (Gén. 2:15). En este ambiente perfecto, debían hacer que el jardín fuese habitable, una tarea que no debió de haber sido tan difícil. Dios aprobó la nueva función de ellos y los puso al tanto de su responsabilidad. Cuidar del Edén le daría sentido y traería felicidad a la nueva familia.
El verbo hebreo para “dominio” (Gén. 1:26, 28) significa “poner bajo control y gobernar”. Dado el contexto, este no era un dominio severo, sino un gobierno benevolente al cuidado de la creación de Dios. Esta responsabilidad no ha cesado.
En ese lugar, Adán y Eva debían aprender que Dios era el Dueño, y ellos eran sus administradores, o mayordomos. Desde el principio, Dios quiso que Adán y Eva ocuparan puestos de responsabilidad y confianza, pero no como dueños. Debían demostrarle a Dios que eran fieles a su cometido.
“A Adán y a Eva se les dio el jardín del Edén para que lo cuidaran.
Debían ‘labrar[lo] y guardar[lo]’. Eran felices en su trabajo. Su mente, corazón y voluntad actuaban en perfecta armonía. En su trabajo no se cansaban ni se fatigaban. Sus horas estaban llenas de trabajo útil y de comunión entre sí.
Su ocupación era agradable. Dios y Cristo los visitaban y hablaban con ellos.
Se les dio libertad total [...]. Dios era el dueño de su hogar en el Edén. Ellos lo mantenían para él” (MR 10:327).
PREGUNTAS PARA DIALOGAR:
1. ¿Qué nos enseña el hecho de que Dios es el dueño del mundo acerca de nuestra responsabilidad básica hacia el medioambiente? Si bien debemos evitar el fanatismo político de algunos ecologistas que adoran la creación misma, ¿cuál debe ser nuestra actitud, como cristianos, hacia el cuidado del ambiente?
2. Reflexiona en la idea de Dios como un Dios “celoso”. No siempre es un concepto fácil de entender, especialmente porque, en términos humanos, consideramos que los celos son algo malo, algo que hay que evitar. No obstante, ¿cómo podemos entender esta idea cuando se aplica a Dios en la forma negativa en que suele transmitirla el mundo?
3. ¿De qué modo podemos aprender a distinguir entre el uso adecuado de las cosas físicas que Dios ha creado y su goce, y el abuso de esas cosas? ¿Por qué es tan importante esta distinción?